Conocemos un gran número de imágenes simbólicas de las primeras comunidades agrícolas y ganaderas: pequeñas figuras, decoraciones cerámicas, grabados y pinturas rupestres que muestran una gran diversidad formal y son testimonio de sus creencias.
Los ídolos oculados son figuraciones antropomorfas en las que se destacan los ojos. La decoración oculada es propia de las comunidades campesinas de la mitad meridional peninsular durante el IV y el III milenio a.C. Esta decoración se plasma sobre diversos materiales, entre ellos sobre huesos largos, cuya máxima concentración se da en territorio valenciano.
El ídolo de la Ereta del Pedregal (Navarrés) fue encontrado en la campaña de excavaciones del Servicio de Investigación Prehistórica del año 1944. Es una pieza singular, tanto por su materia prima, un candil seccionado de cuerna de ciervo, como por su decoración, con dos pares de ojos y numerosas bandas de triángulos.
Estas figuraciones simbólico-religiosas poseen varias interpretaciones. Para algunos investigadores derivarían de la “Diosa madre” de origen neolítico, reflejo de la preocupación de los grupos humanos por la supervivencia en términos de producción agrícola o ganadera, con un concepto de fecundidad que agruparía las personas, los animales y la tierra. Su presencia en las tumbas indicaría, además, un carácter de divinidad funeraria, protectora de las sepulturas. Los ojos abiertos de la diosa portarían un mensaje codificado: mirada protectora o vigilante. Para otros, dada su diversidad, algunos de estos ídolos serían la representación de la filiación genealógica y el linaje del individuo enterrado.Enlázate
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