Un
ejemplo de un pensador conocido e influyente en nuestra cultura española
contemporánea que considera las apariciones como experiencias subjetivas de los
discípulos parecidas a otras experiencias de algunos místicos, y por tanto no
clasificables como hechos históricos, es José Antonio Marina. Hace algunos años
– en el 2005 - escribió un libro interesante con el título Por qué soy cristiano, en el que propone una visión bastante
personal del cristianismo. Uno de los ejes de su propuesta es lo que afirma de las
apariciones. Dice lo siguiente:
Hace muchos
años, me impresionó leer las voluminosas obras de un fraile dominico holandés, Edward
Schillebeecks, porque centraba con claridad el problema. Si su maestro había
fracasado, ¿por qué volvieron a reunirse los discípulos? La respuesta que da
es: “Porque tuvieron una profundísima experiencia que les hizo sentirse
salvados, perdonados, experiencia que relacionaron con la figura del
ajusticiado”. Este texto me hizo comprender que el cristianismo entero no tenía
su fundamento vital en los hechos históricos, sino en la experiencia de unos
hombres, que la contaron a su manera... No sé en qué pudo consistir esa
experiencia, pero la contaron como si hubieran tenido la certeza de que Jesús
permanecía vivo y actuante en ellos... Por eso, la fe en Jesús es –desde el
punto de vista psicológico –fe en la experiencia contada por los discípulos.
(José
Antonio Marina, Por qué soy cristiano,
Anagrama, 2005; pp. 39-40)
Por
tanto, para Marina y para otros muchos el ‘fundamento vital’ del cristianismo
no son hechos históricos sino experiencias subjetivas que después cada uno
contó a su manera. Sin embargo, si consideramos atentamente los textos vemos
que esto no es así. Se describe una experiencia sí peculiar, pero muy real y
objetiva. En el evangelio de hoy, por ejemplo, se insiste en que no se trata de
un fantasma, Jesús quiere que le toquen, come con ellos. Estas experiencias
eran tan evidentes, tan indiscutibles, tan diríamos hoy auto-validantes, que
llevaron a un cambio radical en los discípulos, haciéndoles testigos valientes
de lo que vieron, hasta dar la vida por ello.
(Fuente)
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