"Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia
el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera
las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos
en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo:
"Effetá", que significa: "Abrete". Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a
hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero
cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien:
hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
(Mc 7, 31-37)
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