Rupnik, además de profesor y teólogo en el Oriental y la Gregoriana de Roma, es un artista jesuita esloveno que está sembrando de capillas sugerentes, donde lo oriental y lo moderno se dan la mano, los cuatro puntos cardinales. La última es la que le ha encargado la Conferencia Epsicopal para su sede de la calle Añastro. Nadie le puede negar orginalidad y unción.
"Rupnik es un artista del color. El color es la luz de la materia del mundo que el artista busca. Al principio estuvo cerca de las conquistas de las vanguardias de este siglo, pero su itinerario artístico es una continua búsqueda del significado unificador de toda la vida. La vida es antinómica, y la unidad no debe destruir la diversidad, anular las personalidades. Por eso, el color de Rupnik es puro, intenso y a menudo sus cuadros se construyen sobre la regla de los contrastes entre los colores. Su arte consiste precisamente en encontrar la armonía, la fascinación del conjunto. Por eso, muy pronto, en su período no figurativo —caracterizado por la espátula, por la pastosidad— empieza la búsqueda del Rostro eterno y personal que está bajo todas las culturas. Estudia las culturas de los indios, de los eslavos antiguos, de los chinos, de los comienzos del arte cristiano. Desde hace algunos años, su arte está decididamente comprometido en una relación dialógica entre los frutos del arte occidental y del arte iconográfico. Se trata de una relectura del punto de vista del iconógrafo, pero con toda la riqueza instrumental de la pintura occidental de los últimos siglos.
Su arte consigue unir la tradición y la modernidad. La pintura de Rupnik nos confirma que la pregunta fundamental en el debate artístico contemporáneo no se puede agotar en las alternativas convencionales como, por ejemplo, arte figurativo o abstracto. Se trata, pues, de redescubrir el arte como servicio, como liturgia.” (Del catálogo de una de sus exposiciones)
(Fuente)
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