Carta
del obispo de Albacete para el Día Pro Orantibus
Llevan el mundo en
sus entrañas es el título de la carta de monseñor Ciriaco Benavente
Mateos, obispo de Albacete, en la solemnidad de la Santísima Trinidad
La
Iglesia celebra a lo largo del año diversas jornadas de oración y
sensibilización. No deja de sorprender que se nos proponga una para orar
en favor de quienes, por vocación y misión, dedican su vida a orar por
los demás. La Jornada, que tiene denominación latina -“Pro orantibus”-
se celebra todos los años en la solemnidad de la Santísima Trinidad.
Los
miembros de la vida contemplativa necesitan de nuestro cariño y nuestra
ayuda; pero necesitan también de nuestra oración. La finura de espíritu
sólo se logra a través de arduas y sutiles purificaciones. Toda
ascensión es dura, supone luchas interiores profundas, superar dudas,
aguantar el aparente silencio de Dios. Me contaban que el entonces
cardenal Vergoglio, cuando vino a España para dirigir los Ejercicios
Espirituales a los obispos, se hospedó en la casa de una comunidad de
mujeres consagradas, que conjugaban la vida activa con una vida
profundamente contemplativa. En un encuentro con el Cardenal, éste, con
cierta gracia, pero muy en serio, les invitaba a la vigilancia: “Cuiden
la comunidad, les decía, el Demonio envía a sus colaboradores a las
discotecas y a otros lugares en que el trabajo se lo dan casi hecho,
pero a comunidades como la de ustedes es él mismo el que viene”.
Hay
quienes piensan que los contemplativos/as son gente rara, seria,
solitaria, lejana, al abrigo de problemas y tentaciones. Pero la verdad
es que son personas muy normales, hermanos con los hermanos, partícipes
de nuestras luces y de nuestras oscuridades. Santa
Teresa de Lisieux fue una santa que creció en un ambiente de seguridad
religiosa, con una existencia tan integrada en la fe que ésta era como
su propia vida; y, sin embrago, en los últimos días de su pasión, nos
dejó escritas confesiones tan sorprendentes que sus hermanas de
religión, escandalizadas, mitigaron sus expresiones: “Me importunan las
ideas de los materialistas peores”; su entendimiento se vio acosado por
todos los argumentos que pueden formularse en contra de la fe; se sentía
“metida en el pellejo de los pecadores”. Los contemplativos también
tienen que luchar batallas interiores. Son las que los purifican y
confieren la mayor hondura y claridad.
Están
aparentemente alejados/as del mundo, pero llevan al mundo en sus
entrañas. Hay personas que están codo con codo y, sin embargo, sus almas
están a distancias casi infinitas. Y viceversa, hay personas
físicamente lejanas y, sin embargo, muy presentes, en una cercanía
espiritual asombrosa. De estas últimas son las contemplativas: Se alejan
para abrazar a todo el mundo, cultivan el silencio para escuchar mejor
el rumor de Dios y los gritos de los hombres, buscan la soledad para
llenarla de presencias, no son solitarios, sino solidarios. Todos
necesitamos rumiar detenidamente las palabras de Jesús que escuchamos
hoy en el Evangelio. “Muchas
cosas me quedan por deciros. Cuando venga el Espíritu de la Verdad os
guiará hasta la verdad Plena… Todo lo que tiene el Padre es mío. Y el
Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará”. Las personas
contemplativas han leído muy atentamente estas palabras y en ese empeño
viven, intentando que el Espíritu se las deletree cada día en el
corazón. Tratan de beber “en la interior bodega” del Espíritu todo lo que a Jesús le faltaba por decir, todo lo que a Jesús le había comunicado su Padre. Viven entroncados en el misterio cálido de la Santísima Trinidad, del Dios que porque es amor, es amante y es amado.
Saben dónde está la “fuente que mana y corre”. San Agustín lo explicaba asombrado de sí mismo: “Tú
estabas, Señor, dentro de mí y yo estaba fuera de mí mismo y te buscaba
fuera. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Tú me llamabas y, al
fin, tu grito forzó mi sordera. ¡Tarde te amé, hermosura siempre antigua
y siempre nueva! ¡Tarde te amé”.
El
contemplativo contempla, mientras los demás miramos superficialmente.
Somos muchos los que pretendemos hablar a los hombres de Dios; los
contemplativos/as hablan a Dios
de los hombres. En un mundo tan contaminado material y espiritualmente,
los contemplativos son laboratorios de oxígeno espiritual para sus
hermanos los hombres.
Oremos
“pro orantibus”. Para que no falten vocaciones a la vida contemplativa
en nuestra Iglesia; para que, en su tarea, no se detenga nunca; para que
no se dejen ganar por el hastío o el cansancio; para que no consientan
con el mal pensamiento de pensar que sus vidas son inútiles o sin
sentido. Los contemplativos ofrecen más pistas de futuro al mundo que
todos los tecnócratas juntos.
+ Ciriaco Benavente Mateos Obispo de Albacete
Un carisma de silencio y de luz, de presencia y alegría
"...música callada, soledad sonora..."
(San Juan de la Cruz)
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