1. Amarás a Dios.
Lo amarás sin retóricas, como a tu padre, como a tu amigo. No tengas
nunca una fe que no se traduzca en Amor. Recuerda siempre que tu Dios no
es una entelequia, un abstracto, la conclusión de un silogismo, sino
Alguien que te ama y a quien tienes que amar. Sabe que un Dios a quien
no se puede amar no merece existir. Lo amarás como tú sabes: pobremente.
Y te sentirás feliz de tener un solo corazón, y de amar con el mismo a
Dios, a tus hermanos, a Mozart y a tu gata. Y, al mismo tiempo que amas a
Dios, huye de todos esos ídolos de nuestro mundo, esos ídolos que nunca
te amarán, pero podrán dominarte: el poder, el confort, el dinero, el
sentimentalismo, la violencia...
2. No usarás en vano las grandes palabras: Dios, Patria, Amor.
Tocarás esas grandes realidades de año en año y con respeto, como la
campana gorda de una catedral. No la uses jamás contra nadie, jamás para
sacar jugo de ellas, jamás para tu propia conveniencia. Piensa que
utilizarlas como escudo para defenderte, o como jabalina para atacar, es
una de las formas más crueles de la blasfemia.
3. Santificar las fiestas: Piensa
siempre que el domingo está muy bien inventado, que tú no eres un
animal de carga creado para sudar y morir. Impón a ese maldito exceso de
trabajo que te acosa y te asedia, algunas pausas de silencio para
encontrarte con la soledad, con la música, con la Naturaleza, con tu
propia alma, con Dios en definitiva. Ya sabes que en tu alma hay flores
que sólo crecen con el trabajo. Pero sabes también que hay otras que
sólo viven en el ocio fecundo.
4. Recuerda siempre que lo mejor de ti lo heredaste de tu padre y de tu madre.
Y, puesto que no tienes ya la dicha de poder demostrarles tu Amor en
este mundo, déjales que sigan engendrándote a través del recuerdo. Tú
sabes muy bien, que todos tus esfuerzos personales jamás serán capaces
de construir el Amor y la ternura que te regaló tu madre, y la honradez y
el Amor al trabajo que te enseñó tu padre.
5. No olvides que naciste carnívoro y agresivo y que, por tanto, te es más fácil matar que amar.
Vive despierto para no hacer daño a nadie, ni a las personas, ni
animal, ni a cosa alguna. Sabes que se puede matar hasta con negar una
sonrisa, y que tendrás que dedicarte apasionadamente a ayudar a los
demás para estar seguro de no haber matado a nadie.
6. No cometer actos impuros: No
aceptes nunca esa idea de que la vida es una película del Oeste en la
que el alma sería el bueno y el cuerpo el malo. Tu cuerpo es tan limpio
como tu alma, y necesita tanta limpieza como ella. No temas, pues, a la
amistad, ni tampoco al Amor: ríndeles culto precisamente porque les
valoras. Pero no caigas nunca en esa gran trampa de creer que el Amor es
recolectar placer para ti mismo, cuando es transmitir alegría a los
demás.
7. No robarás a nadie su derecho a ser libre.
Tampoco permitirás que nadie te robe a ti la libertad y la alegría.
Recuerda que te dieron el alma para repartirla, y que roba todo aquel
que no la reparte, lo mismo que se estancan y se pudren los ríos que no
corren.
8. No levantar falsos testimonios:
Recuerda que, de todas tus armas, la más peligrosa es la lengua. Rinde
culto a la verdad, pero no olvides dos cosas: que jamás acabarás de
encontrarla completa, y que en ningún caso debes imponerla a los demás.
9. No desearás la mujer de tu prójimo,
ni su casa, ni su coche, ni su vídeo, ni su sueldo. No dejes nunca que
tu corazón se convierta en un cementerio de chatarra, en un cementerio
de deseos estúpidos.
10. No codiciarás los bienes ajenos ni tampoco los propios. Sólo
de una cosa puedes ser ávaro: de tu tiempo, de llenar de vida los años
poco o muchos que te fueran concedidos. Recuerda que sólo quienes no
desean nada lo poseen todo. Y sábete que, ocurra lo que ocurra, nunca te
faltarán los bienes fundamentales: el Amor de tu Padre, que está en los
cielos, y la fraternidad de tus hermanos, que están en la tierra.
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