¡Qué
deseables son tus moradas,
Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
Hasta el gorrión ha
encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío.
Dichosos los que viven en tu
casa,
alabándote siempre.
alabándote siempre.
cuando atraviesan
áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.
Señor de los ejércitos, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Vale más un
día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
Porque el Señor es
sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
¡Señor de los
ejércitos, dichoso el hombre
que confía en ti!
que confía en ti!
Salmo 83
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