Salmo 31

"Has puesto mis pies en campo abierto"

(Salmo 31, 9)

El campo abierto puede ser una metáfora. 

Es el escenario de todas las experiencias, de todos los sueños, de todas las batallas. 

Es el lugar donde todo está al descubierto, no hay rincón en el que esconderse, camuflase, o refugiarse.

Es el espacio vital donde es posible ser más radicamente uno mismo, sin añadiduras.

Es la vida misma.

En ese campo se puede vislumbrar el horizonte y los horizontes: el más personasl, el más social, el más natural, el más cultural, el más interior... el más superficial y el más profundo, el más lejano y el más cercano.

Un campo, donde la experiencia de Dios empieza por los pies. 

Pies que caminan, que sienten, que sostienen... que traen y llevan, que saltan, giran, corren, bailan.

 

Dos pies que nos incorporan y nos levantan.

Pies que se hunden, se cansan, se manchan, se agrietan, pies humanos... pies que sueñan otros mundos, que luchan, que recorren, que peregrinan.

Vivimos en tí y por tí con los pies en la tierra y soñamos con tu abrazo, para seguir caminando en tu campo, en tus campos.

 

Jesús "se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido."

(Jn 13 4-5)