Los iconos son la representación
de la Virgen, Jesucristo y los santos que veneran y reverencian
en la iglesia ortodoxa, de los países del Este de Europa,
esencialmente Grecia y Rusia.
Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se han producido gran números de iconos de muy distintos géneros.
De todos modos, el elemento tal vez más importante de la iglesia ortodoxa es la iconostasia que en ella figuran. La iconostasia es la separación entre la nave de un templo, accesible libremente a la comunidad, y el espacio que rodea el altar abierto, con salas a uno y otro lado, donde solamente puede entrar la clerecía.
Como imagen, el icono se halla situado ente lo que se puede divisar con la vista y lo trascendente.
La pintura del icono desconoce el espacio tridimensional que fue como una ilusión óptica en Occidente después del Renacimiento mediante la perspectiva central. En cambio, en general, hay un espacio de imagen que se abre hacia atrás y se extiende poco en profundidad donde los personajes representados sin relieve alguno están engrandecidos o empequeñecidos en función de su rango honorífico y de su significado interno.
Los iconos se hallan asociados indisolublemente a la oración y la liturgia de la religión de dichos países, pero a causa de los incesantes cambios en los usos y costumbres, así como en las formas de adoración, durante el recorrer de los tiempos se han producido gran números de iconos de muy distintos géneros.
De todos modos, el elemento tal vez más importante de la iglesia ortodoxa es la iconostasia que en ella figuran. La iconostasia es la separación entre la nave de un templo, accesible libremente a la comunidad, y el espacio que rodea el altar abierto, con salas a uno y otro lado, donde solamente puede entrar la clerecía.
Como imagen, el icono se halla situado ente lo que se puede divisar con la vista y lo trascendente.
La pintura del icono desconoce el espacio tridimensional que fue como una ilusión óptica en Occidente después del Renacimiento mediante la perspectiva central. En cambio, en general, hay un espacio de imagen que se abre hacia atrás y se extiende poco en profundidad donde los personajes representados sin relieve alguno están engrandecidos o empequeñecidos en función de su rango honorífico y de su significado interno.
Los iconos son,
en realidad, meras alegorías, dueñas de un lenguaje
especial, como lengua de la imagen y en agua del símbolo.
Los iconos datan de los mismos orígenes del cristianismo.
Sus inicios se remontan a las imágenes conmemorativas
del final de la antigüedad, o sea del siglo I al IV después
de Cristo.
Los iconos más antiguos, entre los que se conservan, son de los siglos VI y VII, y casi todos ellos se guardan en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí.
Los iconos más antiguos, entre los que se conservan, son de los siglos VI y VII, y casi todos ellos se guardan en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí.
Los
iconos rusos
Durante largo tiempo, los historiadores
y los expertos en religión ignoraron los iconos de la
escuela de Moscú, seguramente porque cuando se inició
el estudio de tales iconos y de este arte ortodoxo, solamente
algunos habían sido autentificados.
Para comprender esto preciso es
saber que en 1204, Constantinopla fue conquistada por los ejércitos
de la IV Cruzada, que la convirtieron en capital del Imperio
Latino, y los pintores de iconos apenas consiguieron seguir
con su auge, por cuya razón se ve en esa fecha de 1204
el final de la época bizantina media.
En 1453, los turcos adepto al Islam invadieron el Reino Bizantino y la caída de ese Imperio, antaño tan potente, así como la de todas las obras maestras que en él vieron la luz, estaba ya sellada.
En 1453, los turcos adepto al Islam invadieron el Reino Bizantino y la caída de ese Imperio, antaño tan potente, así como la de todas las obras maestras que en él vieron la luz, estaba ya sellada.
Sin embargo, la pintura de los
iconos sobrevivió a este sucedo trascendental, puesto
que Bizancio había propagado su influencia a grandes
regiones de Oriente.
Por consiguiente, el hijo más
importante del arte bizantino era Rusia, pero en ese país,
lentamente, os artistas fueron halando su camino propio. Especialmente
respecto al colorido y a la manera de dibujar, aunque variando
poco en cuanto a los temas, los tipos de personajes, composiciones
y demás.
Por su parte, fue Novgord el centro más importante de la iconografía rusa, ya desde el siglo XII, con rasgos artísticos propios, caracterizándose en efecto más que nada por el colorido claro, casi radiante.
En realidad, el auge iconográfico se logró en Rusia con la llegada de Andrei Rublev y Teófanes el Griego.
Por su parte, fue Novgord el centro más importante de la iconografía rusa, ya desde el siglo XII, con rasgos artísticos propios, caracterizándose en efecto más que nada por el colorido claro, casi radiante.
En realidad, el auge iconográfico se logró en Rusia con la llegada de Andrei Rublev y Teófanes el Griego.
La pintura de iconos rusos obtuvo
un nuevo impulso durante los siglos XVII y XVIII gracias a las
composiciones de la Escuela Stroganov. Son unos iconos en cuyo
dorso se indica que fueron pintados por los miembros de la famosa
familia de comerciantes Stroganov, más adelante cercanos
al trono ruso.
Hasta el siglo XVII, la pintura
de iconos en Rusia rechazó tercamente toda influencia
de Occidente. Pero esta actitud negativa cambio gracias a los
esfuerzos renovados de un gran maestro llamado Simón
Uchakov (1626-1686). Éste trabajó primero en un
taller de orfebrería, de lo que en aquella época
se llamaba "taller de culatas y cámaras de armas
de fuego", por estar situados dentro del arsenal militar.
La Revolución de 1917 arrinconó
en Rusia el arte de los iconos. Esto fue así porque la
fe y los credos ortodoxos no se armonizaban con la ideología
comunista, para la que la religiónera tan sólo
el "opio del pueblo". Y el arte decorativo sustituyó al de los iconos.
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